A los podemitas les salió el tiro por la culata. Lo montado, en eso que han dado en llamar Vista Alegre II y que estaba diseñado para ser mucho más que un congreso, les estalló en las manos de la peor forma posible. Las luchas cainitas por el poder, como en los viejos partidos de los que tanto han dicho abominar, han puesto de manifiesto la mayor parte de las lacras que manchan la política que ellos venían a sustituir. Los enfrentamientos por el poder han sido a cara de perro y Pablo Iglesias ha utilizado todos los resortes de los viejos estilos, incluidos el de amenazar con irse y abandonar el barco, para tratar de conseguir sus objetivos políticos.
El cónclave de los podemitas, dicho sea en su acepción de junta o congreso de gentes -quede claro que lo de gente es del diccionario de la Real Academia de la Lengua- que se reúnen para tratar algún asunto, fue preparado como una contraposición al de los peperos. Fue hacerse pública la fecha de su congreso para que en Podemos se fijaran los mismos días para su congreso. Deseaban visibilidad, como en todo congreso, y sobre todo contraposición. Su objetivo era aparecer como la única alternativa a un gobierno de derechas y sobrepasar a un PSOE que no pasa por sus mejores momentos. Pero todo se les fue al garete porque el poder es el poder y la lucha por tenerlo en las manos es tan antigua como la humanidad.
Como pudieron, trataron de disimularlo durante semanas, señalando que las diferencias que enfrentaban a Iglesias y Errejón eran una prístina manifestación de la quintaesencia de la democracia, que otros partidos eran incapaces de tener. Se trataba de la transparencia del debate llevada hasta sus últimas consecuencias. Se empeñaban en presentarla como una virtud que adornaba su nueva forma de hacer política. Pero la realidad de lo que estaba ocurriendo acabó por imponerse y lo que han ofrecido es la misma vieja estampa que los podemitas siempre ligaron a las formas de la añeja política. Ha sido un abrirse en canal donde cada uno de los bandos en litigio ha apostado por romper puentes y no dejar espacio para el encuentro y la negociación. No se trata de una novedad en el corto recorrido de Podemos. En la batalla de Madrid no ha habido lugar para los heridos, sólo vencedores y vencidos.
Lo que ha percibido parte importante de la opinión pública es justo lo contrario que pretendían con la convocatoria de Vista Alegre II en el segundo fin de semana de febrero. Hoy contraponen un perfil de desunión frente a un PP que ha escenificado las discrepancias propias de una fase precongresual, pero férreamente unido en torno a su líder. Podemos ha ofrecido una imagen que está a años luz de lo que ha venido siendo el discurso de estos profesores que sólo tiene fundamentos mientras se mueve en el campo de la teoría. Ha habido vencedores y vencidos. Errejón ha perdido, pero no tanto como se dice. Las propuestas ganadoras de Iglesias lo han hecho, casi todas, con poco más del cincuenta por ciento. Por mucha unidad y humildad que se pregone, las heridas están abiertas. No había más que ver la cara de Errejón la noche de autos y, aunque está bajo los efectos de la derrota, pide para los suyos cuarenta por ciento en el órgano de dirección del partido.
(Publicada en ABC Córdoba el 18 de febrero de 2017 en esta dirección)